Nosotros, RJM en los Estados Unidos, ahora formamos una provincia, pero antes éramos tres provincias. Somos un tapiz tejido de muchas culturas, una provincia con orígenes en Europa, el Canadá francés y México. Desde 1997, nuestra provincia ha crecido hasta incluir la nación insular de Haití.
Principios
Claudine Thévenet nació en Lyon, Francia, el 30 de marzo de 1774. Durante la Revolución Francesa, presenció la ejecución de sus dos hermanos y se sintió conmovida a redescubrir la existencia de un Dios bueno.
Claudina, junto con otras jóvenes, inició un apostolado clandestino destinado a aliviar los sufrimientos de los perseguidos e introducir a Dios en sus vidas.
La noche del 5 al 6 de octubre de 1818, Claudina salió de su casa acompañada de un huérfano, un obrero y un telar de seda. No era consciente de que este humilde comienzo se convertiría en la Congregación de las Religiosas de Jesús y María.
El principal objetivo de Claudina era la educación, con una clara preferencia por los jóvenes y los desafortunados. Sus métodos se basaban en el amor, la bondad y la atención a cada persona. Este espíritu impregnaría las obras de las hijas de Claudina y se llevaría a diversas partes del mundo.
Después de la muerte de Claudina, las Religiosas de Jesús y María se embarcaron en esfuerzos apostólicos para hacer conocer y amar a Jesús y María.
El nuevo Mundo
En 1855, el administrador de la diócesis de Quebec recibió una petición de varios párrocos y padres de familia rogándole que trajera monjas francesas para educar a las niñas canadienses. Su emisario en Francia viajó a Lyon para presentar esta petición. Como resultado, ocho Religiosas de Jesús y María zarparon hacia Canadá.
A mediados del siglo XIX se inició una corriente de emigración desde Canadá hacia Estados Unidos. Algunos años de malas cosechas hicieron temer a los agricultores canadienses que el cultivo de la tierra ya no les sustentaría. Atraídos por la esperanza de ganancias más abundantes que ofrecían las ciudades industriales de América, se establecieron en la nueva tierra. Este movimiento fue inquietante para los obispos católicos porque las nuevas diócesis no tenían suficientes misioneros para hacer frente a las necesidades religiosas de los inmigrantes. La experiencia había demostrado que, a menos que el pueblo conservara su lengua materna, fácilmente se alejaban de la fe de sus antepasados. Algunos sacerdotes canadienses fueron al nuevo campo misionero para fundar las primeras parroquias francocanadienses en los Estados Unidos. Estos pastores buscaron la ayuda de hermanas religiosas para educar a los hijos de los inmigrantes que habían venido a trabajar en las fábricas.
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