Puentes - 042619

REFLEXIONES DEL MINISTERIO MIGRANTE – Hna. Norene Costa, RJM

En la oscuridad de la noche, furgonetas blancas transportan a familias inmigrantes al refugio. Aproximadamente 125 madres, padres y niños llegan al albergue, ubicado en una escuela desocupada que lleva el nombre de Nuestra Señora de Guadalupe.

A su llegada, los funcionarios fronterizos realizan una verificación de antecedentes de los inmigrantes, seguida de un examen médico de cada recién llegado. Lo que alguna vez fue el auditorio de una escuela ahora sirve como dormitorio amueblado con catres y una manta, pero sin almohada.

Después de asignarles una cama, a las familias se les sirve una comida caliente: su primera experiencia de “ESTE ES MI CUERPO DE ALIMENTO Y LIBERTAD”.

Cuando amanece, Rosie, Nat, Rosa y yo nos dirigimos al refugio, mostramos nuestra identidad a los guardias de seguridad en la puerta y entramos a las instalaciones. Después de varios días, soy reconocido como voluntario. Primero me reúno con hombres y mujeres jóvenes que me dirigen hacia las tareas del día; estoy asombrado y sorprendido por el cuidado amoroso y la responsabilidad mostrados por estos millennials, nuestros futuros líderes.

Mis días los paso con niños de todas las edades haciendo proyectos de arte. Nos reunimos en la sala de juegos, o si el clima lo permite, al aire libre bajo el sol. La mayoría de los niños (y muchos de los padres) nunca han ido a la escuela. Sus dibujos, manualidades y los colores que eligen son espectaculares y me recuerdan a otro nivel que “HAY MUCHA ESPERANZA PARA LOS EXCLUIDOS”.

Mis días con estos padres e hijos inmigrantes pasan rápidamente, pero permanecerán conmigo toda la vida y más allá. De todo corazón agradezco a Claudine por el “empujón” que me envió a este ministerio fronterizo, y a Zacarías y Isabel por el aliento, modelo y convicción de que nada es imposible para Dios que me llevó a decir “SÍ” a trabajar con el ¡Migrantes, incluso en mi vejez!

Que Dios siga bendiciendo y manteniendo a salvo a todas las familias migrantes y a todos aquellos que les ministran y tratan de hacer “UN LUGAR EN LA MESA” para cada uno.

– Hna. Norene Costa, RJM

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