Nada es más práctico que encontrar a Dios,
que enamorarse de una manera absolutamente absoluta y definitiva.
De qué estás enamorado, de qué se apodera de tu imaginación,
afectará a todo.

Decidirá qué te sacará de la cama por la mañana,
qué haces con tus tardes, cómo pasas tus fines de semana,
lo que lees, a quién conoces, lo que te rompe el corazón,
y lo que te asombra de alegría y gratitud.

Enamórate, quédate enamorado, y eso decidirá todo.

–Pedro Arrupe SJ

Brittany Galvin hace su primera profesión como Religiosa de Jesús y María.

La iniciativa de Dios… Mi respuesta

En virtud de nuestro bautismo, como miembros de la comunidad de fe, todos compartimos una vocación común de vivir una vida que exprese el amor de Dios hecho carne en Jesucristo. 

Una vocación no es un acontecimiento único. Es un desarrollo gradual de nuestro camino de fe durante el cual Dios nos invita a encontrar nuestro estilo distintivo de amar. 

Nuestra responsabilidad es discernir los movimientos del Espíritu en nuestro corazón que nos llevan a descubrir cómo podemos servir mejor a Dios y al pueblo de Dios; cómo podemos cooperar con el amor de Dios y la vida de Dios dentro de nosotros de la forma más generosa y auténtica.

Lo que Dios quiere para nosotros, y de nosotros, es vivir el Evangelio en nuestra vida diaria; servir al pueblo de Dios con generosidad y compasión. Es algo dentro de nosotros que podemos descubrir al comprendernos a nosotros mismos, la experiencia de nuestra vida y, muy especialmente, nuestra experiencia de Dios. 

Al trazar el hilo de la presencia de Dios en nuestra vida, podemos comenzar a notar la dirección que nuestra vida debe tomar para ser fiel a esta experiencia personal de Dios que es única para cada uno de nosotros.

Las Religiosas de Jesús y María creen que “En toda vocación la iniciativa viene de Dios. Nos llama a un encuentro personal y pide una respuesta única: un compromiso de por vida para seguir más de cerca a Cristo”. (Constituciones 51)

Cualquiera que sea la forma que adopte nuestra vocación, sólo tiene sentido si surge de nuestra relación personal y continua con Dios. Descubrir nuestra vocación significa encontrar la forma más auténtica, fiel y honesta de vivir esa relación, de honrar la verdad de Dios en nosotros.

De Nuestras Constituciones…

Comunidad

Formamos comunidades dadoras de vida donde buscamos compartir quiénes somos y lo que tenemos, nuestras alegrías y tristezas, proyectos y desafíos. Juntos escuchamos a Dios, discernimos su voluntad sobre nuestra manera de vivir la vida comunitaria, las nuevas llamadas de la misión y las posibles respuestas. Cada una colabora con sus capacidades y sus limitaciones, a hacer de la comunidad un lugar donde se vivan y compartan los valores evangélicos, especialmente los valores de nuestro carisma. Se da especial importancia a vivir el perdón en comunidad. (CA 68)

Oración

La oración personal y comunitaria es una dimensión esencial de nuestra vida consagrada. La oración es un don del Espíritu que nos permite participar en la misión del Hijo. Nos ayuda a encontrar a Dios en todas las cosas y a manifestar el amor de Dios al mundo. (CA 48)

Misión Apostólica

Cada comunidad asume la responsabilidad del trabajo de todos sus miembros, apoyando a cada uno con el interés, el estímulo y la oración. Cualquiera que sea la tarea que se nos confía individualmente, todos compartimos la única misión. Por nuestra consagración religiosa debemos reflejar a Cristo en nuestras vidas y ser una presencia evangelizadora en el mundo. (C46)

Explora tu vocación con nosotros…

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