
La dimensión PERSONAL de esta tercera prioridad nos llama a orar y profundizar la PAZ INTERIOR. Sabemos que la paz interior es un requisito para convertirnos en PACIFICADORES, profetas de paz. La paz ofrecida como regalo de Jesús – “no como la que el mundo la da” – es a la vez quieta y dinámica. Es como el equilibrio del ciclista: estable en movimiento, pero no estático. La persona que tiene paz interior está arraigada en un centro tranquilo y puede enfrentar las tormentas de la vida sin perder esa paz en un nivel profundo. Esto no significa que la vida estará libre de dificultades o problemas que perturben. Con Dios en el centro de todo, uno aprende que para encontrar la paz primero es necesario buscar y encontrar a Dios. . .