Puentes, 4 de octubre de 2019

MISA POR LOS MIGRANTES Y REFUGIADOS

La hermana Eileen Reid y yo estábamos felices de poder participar en esta liturgia especial, y particularmente felices por la facilidad con la que encontramos un lugar para estacionar en el centro de Washington, donde se encuentra la Catedral de San Mateo. (¡Gracias, Claudine!)

Muchos de nuestros compañeros de oración eran familias hispanas, lo que refleja lo que probablemente sea el grupo de inmigrantes más grande de la Arquidiócesis. De hecho, gran parte de la liturgia se celebró en español, y el presidente, el obispo auxiliar Mario Dorsonville, predicó tanto en español como en inglés. El obispo ofreció profundas reflexiones sobre el texto del Evangelio, la historia del Hombre Rico y Lázaro. Sin embargo, mientras predicaba, me di cuenta de que mis pensamientos volvían a las palabras del Papa Juan Pablo II en una de sus visitas aquí, palabras que me causaron una profunda impresión. El Santo Padre habló con gran intensidad. “¡América!”, tronó. “¡Lázaro está a tu puerta! ¿¡QUÉ VAS A HACER!?”

Pensé en lo que hemos hecho en los últimos años. En términos de política oficial, nuestra respuesta ha sido cruel y punitiva. Hemos construido muros, hemos separado a niños de sus padres y los hemos enjaulado, hemos dicho a personas desesperadas que soliciten asilo en otro lugar antes de acudir a nosotros, hemos reducido drásticamente el número de inmigrantes que permitimos el ingreso, hemos ignorado o eludido las leyes que exigen una audiencia para los solicitantes de asilo. Sí, hay individuos y grupos que están tendiendo la mano a quienes están entre nosotros, están abogando y trabajando para cambiar nuestras políticas, pero la postura oficial de nuestro país sigue vigente y es motivo de vergüenza.

Es necesario continuar e intensificar todos los esfuerzos que se están haciendo, tanto en el ámbito individual como en el de la defensa de los derechos de las personas. Las razones para ello son convincentes en muchos niveles. Cuando analizamos nuestra historia personal, la mayoría de nosotros contamos muy pocas generaciones hasta el antepasado inmigrante que pisó por primera vez nuestro suelo. Cuando analizamos la historia de nuestro país, resulta evidente la rectitud moral de dar la bienvenida a quienes buscan libertad y oportunidades, así como el enriquecimiento que aportan las diversas razas y culturas. Pero hay una razón mucho más profunda, que tiene su origen en el Evangelio por el que profesamos vivir.

El hombre rico, como sugiere el Evangelio de Lucas, sabía que Lázaro estaba allí (lo nombra en la escena final), pero lo ignoró. Lázaro no merecía atención. Dives, el nombre que la tradición le da al hombre rico, no hizo nada malo, excepto que NO HIZO NADA.

En Mateo 25 hay otra parábola que muestra y contrasta a quienes hacen algo y a quienes no hacen nada. Las personas de ambos grupos están desconcertadas cuando le preguntan al “Rey”: “Pero Señor, ¿cuándo te vimos hambriento… forastero… en la cárcel?”

Sabemos la respuesta a esa pregunta.

No es sólo Lázaro quien yace a nuestra puerta.

– Hna. Rosemary Mangan, RJM

Publicaciones similares